“Mezclando frustraciones: el auténtico camino de ser DJ y productor”
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La vida de un DJ o productor musical tiene sus propias melodías, a veces armónicas y otras llenas de disonancias. Al igual que las bandas de rock, los cantautores o los artistas de otros géneros, enfrentamos desafíos únicos.
Sin embargo, las diferencias en cómo la industria y el público perciben a los DJs y productores frente a otros músicos suelen añadir una capa extra de frustración. No se trata de competir, sino de entender que las trayectorias son distintas, y cada una tiene sus altos y bajos.

“Todos hacemos música, pero en caminos distintos”
Es fácil romantizar la imagen de una banda ensayando en un garaje, o de un cantante componiendo con su guitarra en la soledad de su habitación. En comparación, el trabajo de un productor o DJ, a menudo frente a un ordenador, puede parecer más técnico que artístico. Pero esto es un mito. Crear un track electrónico requiere tanto dominio creativo como cualquier otra forma de música: desde diseñar sonidos únicos hasta estructurar una pieza que funcione en la pista y conecte emocionalmente con la audiencia.
Mientras que los músicos de banda suelen construir su historia alrededor de letras, riffs de guitarra y dinámicas grupales, los DJs y productores tienen el desafío de contar historias con beats, texturas y progresiones. Ambos caminos son válidos, pero los DJs a menudo luchan contra la percepción de que su trabajo no es “música real”. Esta idea errónea viene más de la falta de comprensión que de mala fe.
El reto del reconocimiento
En la música electrónica, la autoría puede ser más difícil de rastrear. Mientras que en una banda los roles suelen estar claros —cantante, guitarrista, baterista—, un productor muchas veces trabaja en el anonimato, colaborando en la creación de grandes hits sin ser mencionado en los créditos principales. Esto no es algo malo per se; después de todo, muchos productores prefieren el papel de arquitectos sonoros. Pero es una realidad que, a menudo, los DJs y productores necesitan trabajar el doble para obtener el mismo nivel de reconocimiento que otros músicos.
Por otro lado, el DJ en vivo enfrenta un tipo de presión distinta. Mientras que una banda tiene su repertorio ensayado y un setlist definido, el DJ debe leer la energía del público en tiempo real y adaptar su set. Esa interacción espontánea es arte en sí misma, aunque no siempre se aprecie como tal.
Las barreras invisibles de la industria
Aunque la industria musical tiene desafíos para todos, los DJs y productores se mueven en un ecosistema único. Para bandas y cantantes, hay infraestructuras más consolidadas, desde concursos hasta festivales locales y programas de formación. En cambio, la música electrónica, especialmente la underground, puede parecer más aislada, con un camino menos estructurado y más difícil de navegar.
También hay diferencias en las oportunidades de actuar en vivo. Mientras que una banda puede tocar en bares pequeños, ferias o festivales comunitarios, los DJs suelen depender de clubes y festivales especializados. Esto no solo limita las posibilidades, sino que a menudo implica competir con nombres establecidos y lidiar con el costo de acceder a esos espacios.
La magia de la electrónica: la creatividad sin límites
A pesar de estos desafíos, la música electrónica tiene algo que pocos géneros pueden ofrecer: la capacidad de romper todas las reglas. Mientras que las bandas suelen moverse en géneros definidos, los DJs y productores están constantemente experimentando. El techno puede fusionarse con sonidos tribales, el house puede incorporar voces de soul, y los límites entre géneros se desdibujan para crear algo completamente nuevo.
Además, ser DJ o productor te permite trabajar con una paleta infinita de sonidos. Cada plugin, cada sintetizador y cada sample abre un universo de posibilidades que va más allá de los instrumentos tradicionales. No se trata de competir, sino de celebrar la diversidad creativa de cada disciplina.
El pastel que alimenta a todos, menos al ARTISTA
Ser DJ o productor en la industria electrónica no solo implica noches en vela creando música; es también sostener un sistema en el que distribuidoras, festivales, plataformas de streaming, tiendas de música y hasta marcas de equipos se benefician directamente de nuestro trabajo. Sin nuestra música, este ciclo económico colapsaría, y sin embargo, nuestra parte de este pastel suele ser la menor… o nula.
Un ejemplo claro es el modelo de negocio de Spotify. Esta plataforma, que en 2023 generó más de 6 mil millones de dólares en ingresos, paga entre $0.003 y $0.0055 por reproducción en promedio. Para poner esto en perspectiva, un productor independiente necesitaría aproximadamente 280,000 streams para ganar apenas $1,000. Y eso es en un escenario óptimo, ya que las reproducciones desde cuentas gratuitas generan aún menos ingresos debido a que dependen de anuncios. Además, en 2024, Spotify introdujo nuevos umbrales de mínimo de reproducciones anuales para generar regalías, lo que desmonetiza automáticamente a los artistas más pequeños. En resumen: cuanto menos popular seas, menos recibes, perpetuando un sistema desigual.
Pero esto no se detiene ahí. Festivales y clubes de renombre, que cobran precios exorbitantes por entradas y bebidas, también se lucran del trabajo de los DJs, sin garantizarles siempre un pago justo. Incluso los distribuidores digitales, que nos prometen “alcance global”, suelen retener una porción significativa de los ingresos generados por la venta de música en línea. Es decir, estamos creando riqueza para todos, menos para quienes generan el contenido.
Lo más irónico es que sin nuestra música, ninguna de estas instituciones podría existir. No habría streams, ni fiestas, ni equipos de sonido en constante evolución. Somos el núcleo creativo de un engranaje que rara vez nos trata con la dignidad que merecemos. Entonces, ¿por qué seguimos sosteniéndolo sin cuestionarlo? Porque, a pesar de todo, creemos en el poder transformador de nuestra música. Pero quizá es hora de que ese poder también transforme la manera en que somos tratados.
Conclusión: todos somos parte del mismo track
Al final del día, ya sea que uses una guitarra, un micro o un controlador MIDI, todos compartimos la misma misión: crear música que conecte con las personas. DJs, productores, bandas y cantautores enfrentan desafíos distintos, pero también comparten una pasión que los impulsa a seguir creando a pesar de las frustraciones.
Así que la próxima vez que alguien cuestione tu trabajo como DJ o productor, recuerda: la música no tiene jerarquías, y lo importante no es cómo la haces, sino cómo la sientes y cómo logras que otros la sientan también.