La electrónica está perdiendo su Alma: Reflexiones de una Amante del Género

La electrónica está perdiendo su alma

Reflexiones de una Amante del Género

Tiempo estimado de lectura: 7 minutos

Llevo años viviendo y amando esta escena, pero cada vez me cuesta más reconocerla.
Lo que antes era un movimiento cultural vibrante, lleno de autenticidad y pasión, se está convirtiendo en un espectáculo vacío donde lo superficial prima sobre lo esencial. Y no soy la única que lo ve.

El triste espectáculo de los festivales convertidos en parques temáticos

Resulta paradójico que en la era de mayor acceso a la música electrónica, muchos eventos hayan dejado de ser sobre música. Algunos festivales se han transformado en experiencias visuales carísimas, donde el sonido pasa a segundo plano ante imponentes escenografías y producciones de luces multimillonarias.

El ritual de comprar entradas que llegan en elaborados empaques (casi obras de arte en sí mismas) se ha vuelto más importante que saber qué artistas tocarán. Muchos asistentes ni siquiera conocen los nombres del lineup; van por la experiencia fotográfica, por el prestigio social de haber estado allí. Y lo peor: pagan precios desorbitados por ver pantallas gigantes con visuales genéricos, mientras la música suena como mero acompañamiento.

Podríamos preguntarnos: ¿Qué queda del espíritu de resistencia y creatividad que alguna vez definió a la música electrónica? Hoy, los festivales parecen más diseñados para Instagram que para los oídos.

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La traición de los ídolos del underground

Duele especialmente ver cómo algunos artistas que empezaron en pequeños clubs, que crecieron gracias al apoyo de comunidades locales, ahora dan la espalda a esos mismos espacios que los vieron nacer.

Conozco casos concretos (que todos reconoceréis) de DJs que antes pinchaban para 50 personas en garitos oscuros y que ahora, tras alcanzar cierta fama, actúan con una arrogancia que contradice todo lo que decían representar. Peor aún: muchos se convierten en cómplices del mismo sistema comercial que antes criticaban, firmando con grandes promotoras que ahogan a los pequeños espacios. Se olvidan de sus inicios, de quienes les dieron su primera oportunidad, comportándose como si siempre hubieran pertenecido a la élite.

Estos artistas deberían recordar que su éxito no llegó solo. Detrás de cada paso adelante había un equipo de personas que creyeron en ellos cuando nadie más lo hacía. Abandonar esa base que los sostuvo no solo es ingrato, sino también peligroso para el futuro de la escena.

La asfixia calculada del underground

Las tácticas de las grandes promotoras son cada vez más descaradas. Programan eventos masivos los mismos fines de semana que los pequeños clubs, sabiendo perfectamente que les quitarán público. Compran exclusivas con artistas emergentes justo cuando empiezan a destacar, privando a los locales que los apoyaron de su talento.

El resultado es una escena cada vez más homogénea, donde los sonidos más arriesgados y las propuestas más innovadoras tienen menos espacio que nunca. Los verdaderos amantes de la música electrónica nos vemos obligados a elegir entre eventos masivos con lineups repetitivos o arriesgarnos con propuestas alternativas que luchan por sobrevivir.

Esta estrategia no solo sofoca la creatividad, sino que también aliena a los verdaderos fans.
La música electrónica nació como una forma de expresión subversiva, pero hoy parece más preocupada por complacer a inversores que por conectar emocionalmente con su audiencia.

El negocio de la falsa cultura

Detrás de estos megaeventos ya no hay apasionados de la música, sino fondos de inversión que ven a los asistentes como meros números. Los precios de las entradas alcanzan cifras ridículas, las barras cobran precios abusivos por bebidas mediocres, mientras influencers con pases VIP campan a sus anchas para dar visibilidad al evento.

El resultado es una escena que prioriza el marketing sobre la calidad musical. DJs con millones de seguidores pero sets preprogramados hasta el último efecto, carteles repetitivos año tras año, y un público que en muchos casos ni siquiera sabe quién está pinchando.

Es hora de cuestionar: ¿Estamos dispuestos a pagar tanto dinero por algo que apenas refleja el corazón de la música electrónica? ¿O estamos simplemente alimentando un sistema que desprecia la esencia misma del género?

La comercialización extrema de los festivales

Otro de los grandes problemas es la comercialización extrema de los festivales. Muchos de estos eventos son gestionados por fondos de inversión cuyo único objetivo es maximizar ganancias, sin importarles ni la música, ni los artistas, ni el público. Prueba de ello es la creciente presencia de influencers en estos eventos, quienes asisten gratis o incluso son pagados para que su presencia atraiga más público. Al final, los verdaderos asistentes son los que terminan pagando entradas desorbitadas, mientras estos invitados especiales disfrutan del evento sin poner un solo euro.

Las agencias de booking también han contribuido a la degradación de la escena. Ya no se busca talento real, sino cifras de seguidores y likes en redes sociales. No importa si un DJ tiene habilidades sobresalientes, si no tiene una presencia digital fuerte, difícilmente conseguirá oportunidades. Mientras tanto, aquellos con grandes números, pero sets repetitivos o pregrabados, siguen monopolizando los carteles. Todo esto responde a un único interés: ganar dinero sin esfuerzo.

Y es que “Amigos Artistas”, ya no existen los managers, nadie va a cuidar tu integridad, lo harán de tu imagen, porque afecta al fee que va a repercutirles, pero ninguno te dirá que descanses si aún puedes firmar otros 100 bolos. ¡Carne para la Picadora!

¿Hay salvación?

No todo está perdido, pero hace falta un cambio de mentalidad. Los que aún creemos en esto debemos:

  • Dejar el móvil en el bolsillo. La música se siente, no se graba. Si lo estás viendo a través de una pantalla, te lo estás perdiendo.
  • Apoyar a los sellos y clubes pequeños. Sin ellos, la escena se convierte en un parque temático musical. ¿Sabías que escuchar a un artista en Spotify no le ayuda en nada? Y mucho menos si te descargas su música sin comprarla.
  • Exigir calidad, no nombres. Que un DJ tenga un millón de seguidores no significa que sepa darte lo que necesitas.
  • Boicotear las prácticas abusivas. Si un festival cobra 200€ por ver a los mismos de siempre, quizá no merezca la pena.
  • Recordarles a los artistas de dónde vienen. Que nadie se crea una estrella por pinchar en un mainstage si antes no valoró a su público real.

La música electrónica nació como una revolución. Ahora, o recuperamos su esencia o terminaremos bailando en un escenario donde lo único que importe sea cuántos likes genera.

¿Vamos a permitirlo?

Este artículo refleja la opinión del autor y no necesariamente la de NODIVADJS.
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Nota final: La próxima vez que vayas a un evento, pregúntate: ¿Estás ahí por la música o por el envoltorio? Y si ves a un DJ que antes pinchaba en tu barrio y ahora actúa como divo, recuérdale que sin esos inicios, hoy no estaría donde está.

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ANNE BONNY

About Author /

Anne Bonny, hacker experta en redes sociales, colabora con NODIVADJS. Especialista en estrategias digitales, destaca por su creatividad y dominio del mundo online.

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