Todo es recomenzar. Apuntes para una cultura que huye de sí misma

Tiempo estimado de lectura: 6 minutos

Todo es recomenzar

Puede que seas un dj o productor, o directamente, trabajes en cualquier esfera de la cultura y esta frase te haya rondado la cabeza más de una vez. Llevas años de experiencia en lo tuyo, y un día, de repente, sientes que tu tren se ha ido, que tienes la urgencia de “actualizarte”, para que te sigan teniendo en cuenta.

Es importante saber qué pesa más en tu camino, si la economía y el trabajo o la exhibición y el éxito. Porque no siempre van de la mano, y reconocerlo, nos ahorrará muchos disgustos. De la misma manera, tener el valor de proclamar que todo está perdido, que estamos perdidos, nos ayudará a empezar de nuevo. Pero no hemos venido aquí a dar chapas de autoayuda, sino a defender la ilusión y la pasión, pese a todo. Y digo pese a todo, porque será nuestro único motor en este mar de sanguijuelas que muchos llaman…

…”industria musical”

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Por un momento, iluso de mí, pensé que realmente existían las “escenas” y una entidad abstracta denominada “mercado musical”, donde todo el mundo, sin importar la escala social, tendría oportunidades, y si además se trabaja seriamente, se podría llegar a disfrutar de una mejor economía y calidad de vida. Nada más lejos de eso. Después de más de una década trabajando y diversificándome para poder llegar a fin de mes, siento que en cualquier momento voy a petar. ¿Cuántas patadas tengo que seguir dando cada día? ¿Por qué siento que cada semana es como volver tener el contado a cero? Ya no es solo la sensación de que, efectivamente, mi tren se está marchando, sino que psicológicamente, estoy a punto de descarrilar. Soy de la generación que nos prometieron y prepararon para una estabilidad laboral, y nos hemos visto en un panorama que representa todo lo contrario, sobreviviendo laboralmente como mejor podemos, a lo Mad Max, intentando mantener nuestras pasiones con vida. Mientras que las redes se inundan de coaches y gente que te pega turras y te quiere preparar para pegar el pelotazo, para mantenernos con ilusión mientras nuestra cuenta bancaria disminuye, la realidad se impone a la vuelta de la esquina.

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Ejemplo gráfico de la industria musical.

La música dejó de ser música

Ahora la música se ha convertido en un concepto abstracto donde cabe cualquier cosa. Muchos lo llegan a denominar,, asquerosamente: “contenido”. Y es que, parece que la música sea mas bien una vía para introducir discursos, anuncios, para que dones ayudas…, Cualquier cosa, menos música. La música ya no tiene un valor por sí misma. Prima la industria y la homogeneización del producto a la creatividad y el riesgo. Se usa y se tira. Aunque diría que ni siquiera se tira ya, la olvidamos, dejamos que se pierda en la red, porque tampoco está pensada para permanecer, en su mayoría, solo para seguir rellenando el pastel de esto que llamamos, otra vez, “industria musical”.

Dejamos de escuchar hace tiempo. Cada vez es más el mundo que emite, que le urge generar “contenido”, y menos, el que está al otro lado. La fiebre por el reconocimiento y los likes, el todo por la pasta, el aplauso barato por nuestro “contenido”, nos ha ido destruyendo y alienando. Es como si estuviéramos huyendo hacia adelante. ¿El resultado? Un mundo cultural repugnante y precario, de propuestas estándares y sin brillo, donde no hay mercado, solo jetas, inútiles y comeculos. ¿El resto? Sobreviviendo en sus mini parcelas, participando lo justo de ese circo que se ha generado a base de correr, facturar y parasitar. Y otros tanto, huyendo de este abismo, buscando plazas fijas en cultura para hacerse funcionario.

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Así podría representarse ese promotor o gerente del club que te ningunea para poder pinchar por no cumplir los Ks necesarios, ser amigo de, o no ir de lo subnormalmente cool que se exige.

La cultura huye de sí misma

Si hubiera industria, no estarían siempre los mismos jetas programando y pinchando en los clubs. Es como que la única industria musical que hay, realmente, es la de vender motos. Es decir, cuatro grandes empresas llevándose la pasta y una inmensa mayoría mendigando los restos que les caen. ¿Y la cultura? ¿Y el mercado? La dictadura de las empresas tecnológicas, han convertido cualquier arte en un mercado despersonalizado y anodino, donde cada vez hay menos lugar para el pensamiento crítico, para los disidentes artísticos, para la gente que quiere introducir ideas o propuestas inesperadas. Y esto debería hacernos reflexionar. Porque si estas son las únicas alternativas, vivir a lo Mad Max con nuestra película, intentando llegar a final de mes como se pueda sin perder la cabeza por el camino u opositar a alguna plaza en cultura o donde sea, sin riesgos y con todo el lujo de comodidades del empleo público, estamos condenados. Porque ni contribuimos a la cultura propiamente dicha, convirtiéndonos todos en gestores culturales por un lado, ni hacemos habitable y real ese “mercado”, a base de producir y facturar para el presente, para “mantenernos”, por otro.

Moraleja…

Hay que asumir que pocos o nadie os va a hacer caso con lo que hagáis. Es algo que hacemos por voluntad. No olviden que el mundo seguiría girando igual sin ello. Por lo tanto, asuman la pérdida si siguen adelante, relájense y disfruten. Pero disfruten realmente de lo que hagan. No por currar más, subir más Ks de likes y de todo en general, pagar más o menos dinero en agencias y grandes revistas, comerte todos los afters con la peñita guapa, tener más bolos que nadie, debatir si vinilo o digital, sync o manual, y demás debates inanes, os va a garantizar un puesto en esta, de nuevo, mal llamada, “industria musical”. Y aprendan, aprendan a no rendirse, a buscar alternativas, a que les sude la polla todo un poco, para poder contar nuestra/vuestra historia. Es importante ser coherente consigo mismo y sus gustos, para hacer de nuestra pasión, un lugar habitable. Porque quizá ese tren que pasa, no sea el nuestro, y haya que dejarlo pasar para construir un tren a nuestra medida, con nuestras virtudes y defectos. Solo así, me temo, podremos recomenzar.

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