CAPÍTULO 8

Tiempo estimado de lectura: 5 minutos

DISCLAIMER >> 
Este libro explora la vida en los márgenes de la sociedad a través de historias crudas y honestas sobre música electrónica, sexo, drogas y libertad. Su lenguaje directo y temas sensibles buscan reflejar la autenticidad de una cultura que desafía las normas establecidas.
Advertimos que algunos capítulos contienen lenguaje explícito y referencias a situaciones adultas. No buscamos glorificar conductas de riesgo, sino ofrecer un testimonio sincero que invita a reflexionar sobre la búsqueda de identidad, conexión y trascendencia.

Léelo con mente abierta y responsabilidad.

UN ORGASMO EN CADA CALLEJÓN

Rivers’59 era la discoteca de la que era residente. Desde 1997 hasta 1999, cometí todo tipo de fechorías, delitos y perversiones en aquel local situado en el número 59 de Fernández de los Ríos, en Moncloa.

Entraba a las siete de la tarde y salía a las ocho de la mañana, casi siempre los jueves, viernes, sábados y domingos. Imagina un Día de la Marmota, un bucle constante de cocaína, sexo y techno.

Volvemos a los dos gramos. Salí del despacho con diez mil pesetas en los bolsillos y la vista fijada en el primero que llevara un “Pedro Gómez”. Para los que no lo sepáis, era una marca de “plumas” que denotaba cierto estatus. Valían sesenta y cinco mil pesetas, y quien las llevaba era rico o camello. Y en Rivers, los ricos lo que se dice ricos no iban mucho.

Encontré a Borja, jefe de RRPP, seguro que sabría quién tenía buena farlopa para venderme. Y efectivamente, con la melena rubia que tenía el muy cabrón, llamó a un pintas que enseguida me cambió los talegos por dos papelinas. Sí, antes la coca se vendía en papelinas.

Fui directo a la oficina, pero estaba ocupada. Me dirigí al baño abriéndome paso entre la gente mientras decía: “Soy el dj”, y las aguas se abrían como si el puto Moisés yonki clavara su bastón en el suelo lleno de colillas y una mezcla asquerosa de alcohol y pis.

Me metí en una taza, abrí una papelina, me la tiré al suelo… de puta madre. Menos mal que tenía otra. Ahora que lo pienso, creo que ese fue el punto de inflexión para que siempre comprara los gramos de dos en dos. Eso y que me encantaba la maldita droga.

Medio polvo de dos tiros… uf, me sentía importante, me sentía indestructible, me sentía incapaz de pinchar.

Fui a la cabina y le dije a Wally que pinchase mi hora. Necesitaba quemar la droga, y pinchando no iba a poder. Necesitaba moverme, necesitaba follar como un puto animal. Y estaba tan cachondo que, al salir de la cabina hacia la puerta, cogí a Noemí y me la llevé al maldito, puto y famoso callejón del Rivers.

Noemí era alta, morena, pelo a tazón, ojos verdes claros y ese día llevaba un vestido corto y unas sandalias con plataforma. Soy un puto fetichista: dame palmas y unos tacones y me quedaré sin sangre en el cerebro.

Empezamos a liarnos en el portal. Voy directo a su boca, ella me mira extrañada mientras nuestras lenguas bailan a 140 bpm. Nota el sabor amargo, pero no dice nada. No era la primera vez que follábamos, y ella sabía lo que venía a continuación.

Le meto la mano por debajo del vestido y bingo: no lleva bragas. Mejor aún, tengo tal erección que creo que si las hubiera llevado, las habría partido por la mitad. Ella me saca la polla del pantalón y se da la vuelta, cara a la pared. Miramos hacia la calle y no hay nadie. Nos reímos. Sabemos que aunque se estuvieran poniendo dos rayas al lado, follaremos igual… o mejor.

Está tan mojada que meto el rabo de una sola vez. Ella se retuerce y me insulta. Joder, me encanta. Empiezo a follarla como si no fuera a hacerlo nunca más. La agarro del cuello, empujando su cabeza contra la pared. Me insulta otra vez, se revuelve y me pone mis manos en sus tetas. Uf, no me acordaba de sus tetas. Perfectas. Recuerdo perfectamente que la primera vez que follamos me di cuenta de que eran las primeras tetas operadas que tocaba: duras, bien puestas, con ese pezón redondo, ni grande ni pequeño, duro, pidiendo a gritos que lo mordiera suave.

La estoy empotrándola contra la pared, agarrando cada parte de su cuerpo. No quería que se escapara, no quería perder el control, no quería correrme nunca. No habría parado jamás de no ser por las luces azules que iluminaron el callejón.

La semana que viene más y mejor…

Este capitulo pertenece al libro “Cocaína, Sexo y Techno” escrito por Alex Hertz y que podrás leer aquí semanalmente en exclusiva.

Haz Click Aquí para volver a la Serie

Cuéntanos que te ha parecido este contenido:

¿ Cuantas estrellas crees que nos merecemos ?

Este artículo tiene una media de 4.1 estrellas

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.

Ya que has encontrado útil este contenido...

¡Síguenos en redes sociales!

¡Siento que este artículo no te haya sido útil!

¡Déjame mejorar este contenido!

Dime, ¿cómo podemos mejorar este artículo?

Álex Hertz

About Author /

Alex Hertz es un DJ y creativo con raíces en el diseño gráfico. Ha colaborado con marcas de renombre en la música electrónica, desarrollado campañas para festivales y trabajado con artistas internacionales. Además, ha diseñado colecciones de moda y merchandising que fusionan su estilo gráfico con tendencias actuales, destacando por su innovación y versatilidad.

Escribe y pulsa Intro para buscar